domingo, octubre 15, 2006

Planta Piloto

(el huevo y la gallina)

Mario Bunge nació en Buenos Aires el 19 de septiembre de 1919. Es ciudadano canadiense desde 1975. Su biografía completa versión Wiki, acá. También puede consultarse su página web personal. A continuación, un fragmento del libro-entrevista que le realizara Raúl Serroni-Copello en el año 1988.


¿Estuvo preso alguna vez?
¡Claro que estuve preso! Estuve preso dos veces. Una vez, el 18 de julio de 1936, el mismo día que se sublevó Franco -por eso me acuerdo bien-.

¡Pero usted tenía 16 años!
No...claro...sí.

¿Qué había hecho?
Estaba simplemente en mi casa. Le había pedido prestada la casa a mi padre para hacer un festejo. Bueno, entonces se había llenado de gente la casa que pagaba una entrada porque la fiesta se hacía para recaudar fondos para ayudar a los presos políticos. En aquella época era Gobernador de la Provincia de Buenos Aires -ahí vivíamos, en Florida- uno de los primeros fascistas mussolinianos: Manuel Fresco, un hombre fraudulento y, por supuesto, dirigente del Partido Conservador. Mi padre, que había sido diputado nacional durante veinte años y que recién acababa de serlo, tenía una vieja cuenta pendiente con la policía y vinieron, mientras hacíamos esa fiesta, a cobrarla; nos metieron a todos presos -más de 100 personas, incluyendo a mi padre, por supuesto. A mí me dijeron que me fuera, pero como yo les contesté que quería estar con mis amigos también me dejaron adentro.

¿Cúanto tiempo estuvo preso esta primera vez?
No, nada. Nos llevaron a La Plata y a la mañana siguiente fue a buscarme un tío mío. Los demás salieron casi todos a la noche del día siguiente. De modo que eso fue nada más que un día. Eso sí, la policía robó todo lo que pudo: me robaron la máquina de escribir, un reloj que mi padre me acababa de traer de Londres, mi colección de monedas antiguas...Pero después, en el ´52, fue distinto.

¿Cómo fue?
Yo era casi un indocumentado. En la Capital se negaban a darme la cédula de identidad por mis presuntos antecedentes políticos -tenía documentos, desde luego, pero de la Provincia de Buenos Aires y por acomodo -y yo necesitaba sacar el pasaporte porque tenía planeado mi primer viaje a Europa. Entonces cuando fui a pedirlo se acordaron de mí y me citaron a la Sección Especial para que firmara una autorización de allanamiento de mi casa: ¡No! -les dije-, ustedes pueden allanar mi casa cuando se les antoje y no necesitan para eso mi autorización. ¡Yo jamás voy a autorizar que me allanen mi casa! Dispongo de libre albedrío y a ustedes no les costará ningún trabajo encontrar un juez que firme la autorización. Y también pueden allanar sin orden judicial, como suelen hacerlo.

A la semana de este episodio, después de terminar una fiesta por un aniversario de casamiento, cayó a mi casa la policía. Como yo sabía que era inútil no dejarlos pasar, entraron y empezaron a revisar todo. Parece que les preocupaba, en particular, mi fichero; ahí yo tenía una carpeta que decía y estos sabuesos sólo estaban preparados para reconocer la Fundación Eva Perón. Al ver que en mi fichero había otras, por ejemplo papeles de una fundación privada con fines culturales que trataba de promover un millonario de la provincia, se las llevaron todas. Aunque esta vez no pasó lo del ´36: no me robaron. Y, dicho sea de paso, el pasaporte jamás lo obtuve; recién después que cayó Perón me lo dieron y pude viajar a Europa(...)

Con el cuento de que se trataba de una formalidad, de firmar unos papeles, me llevaron a la comisaría; me dieron empujones, me obligaron a que me quitara los cordones de los zapatos y el cinturón, y me metieron en una celda infecta. Al poco rato empezó a llover y, como la celda ni siquiera tenía un techo decente, todo se empezó a llenar de agua. Estuve incomunicado tres días y después me trasladaron al baño de la comisaría. Al cabo de una semana me llevaron a La Plata, a un sótano donde había más de cien personas, entre presos comunes -asesinos y ladrones-, presos políticos y presos sindicales. Me acuerdo que nos juntamos tres: un médico que tampoco sabía por qué estaba, un obrero ferroviario y yo. El obrero ferroviario era peronista y no sabía qué pasaba, pero obviamente había una huelga ferroviaria -de la que yo ni siquiera estaba enterado- y posiblemente este pobre muchacho estaba involucrado en ella. La cuestión es que fue la primera vez que en la Argentina desapareció gente, unas 60 personas que hizo desaparecer Perón. Perón fue quien inventó lo de los desaparecidos, no los militares de los ´70. Desde luego que en aquella época fueron 60 y que los militares hicieron desaparecer 20.000, pero esto en gran escala funcionó después de la planta piloto que inventó Perón. Finalmente, gracias a cuñas, me sacaron y me llevaron esposado desde La Plata hasta la cárcel de Las Heras para ver a un juez. ¿Se acuerda que había una cárcel en Las Heras?

Sí, donde mataron al General Valle...

Sí. Y entonces ahí comparecí ante un juez y me hicieron firmar un papel por el que se me dejaba en liberta provisional. Nunca se me sobreseyó: ¡Todavía estoy en libertad provisional! La acusación era que yo había participado en la organización de la huelga ferroviaria, lo que era un crimen importantísimo tratándose de un estado fascista. Y lo más gracioso de todo era que yo estaba apenas enterado de esa huelga porque tenía un coche y no usaba tren.

¿Cuánto tiempo estuvo preso?
En total estuve preso dos semanas. Pero fueron dos semanas muy instructivas. Por ejemplo, vi cómo apaleaban a presos en la comisaría -a mí me trataron a empujones pero no me pegaron-, vi cómo los policías hacían con ellos sus ejercicios de boxeo. Al principio me pusieron solo en una celda y después metieron conmigo a un borracho. Yo estaba agradecido porque la compañía humana, aun la compañía de un borracho medio senil, es preferible a la soledad."