sábado, septiembre 09, 2006

Sin piedad

El domingo 22 de noviembre de 1970, Hannah Arendt le envía una carta a su gran amiga Mary McCarthy en la que le relata su tormentoso encuentro con el poeta inglés Wystan Auden.

(...) Vino Auden; tenía tal aspecto de clochard que el portero lo acompañó hasta arriba, por miedo a que fuera Dios sabe quién. Fue una velada extraña, por decirlo de alguna manera. (Lo que sigue es sólo para ti, no lo olvides, por favor). Dijo que había vuelto a Nueva York únicamente por mí, que yo era sumamente importante para él, que me quería muchísimo, etc. Traté de calmarlo, y lo conseguí. En mi opinión: Oxford, donde esperaba instalarse definitivamente, lo ha rechazado (supongo) y está desesperado por encontrar otro sitio que sea soportable. Comprendo la necesidad, pero sé también que yo no puedo, en otras palabras, que debo rechazarlo. Intuyo que esto (que alguien lo rechace) le ha sucedido ya demasiadas veces, y cada vez que pienso en este asunto me invade una desazón tal que no atino a hacer nada. Pero nada puedo hacer; sería un suicidio; peor que un suicidio, a decir verdad. Debo telefonearle: su poema en el New Yorker, mañana a más tardar. No sé qué hacer. Cuando se fue de aquí estaba completamente borracho, casi se cae en el ascensor. No lo acompañé. Detesto, tengo miedo de la piedad, siempre lo he tenido, y creo que nunca conocí a nadie que me inspirase tanta piedad."