A 70 años, dedicado a Baltazar Garzón
La Guerra Civil en la visión del filosófo inglés Freddie Ayer.
"No me despertó a la política ni la amenaza de Hitler ni la situación de los desempleados en Inglaterra -pese a que simpatizaba con la Marcha del Hambre-, sino el suceso de la guerra civil española. En este asunto, no vi otros colores que el blanco y el negro. Franco era un aventurero que había lanzado hordas moras, italianas y alemanas contra su propia gente, en defensa de los intereses de los grandes terratenientes y en connivencia con una Iglesia pazguata y reaccionaria; por contra, el gobierno republicano al que se oponían los nacionales, era le legítimo representante del pueblo español, y sus partidarios no luchaban sólo por su propia libertad, sino también en favor de un orden social más justo, etc... El hecho de que los anarquistas, mucho más numerosos al principio que los comunistas, desempeñasen papel tan destacado en el movimiento obrero español, agudizó mi simpatía por éste. Por supuesto, sé ahora que las cosas no fueron tan sencillas. El gobierno había sido débil, los anarquistas fomentaban el desorden, se asesinó de un lado y de otro, y cuando la dependencia militar de Rusia y las Brigadas Internacionales llevaron los comunistas al poder, éstos lo ejercieron sin escrúpulos. Con todo sigue siendo cierto que el imperio de Franco se distinguió por lo tiránico, al tiempo que no habría ganado la guerra sin el concurso alemán e italiano, anterior, y siempre más sustancioso que el aportado por la Unión Soviética. La tímida e hipócrita política de no intervención preconizada por los gobiernos francés e inglés, negándose a facilitar armas a la República española, favoreció claramente a los franquistas. El odio que entonces sentí hacia Neville Chamberlain y sus acólitos, no solo por su política de apaciguamiento, sino por la mentalidad de negociantes con que abordaban los problemas domésticos, no me ha abandonado nunca, impidiéndome ver al partido conservador bajo una luz favorable.
Con ser grande la emoción que en mí despertaba la guerra civil española, no se me ocurrió por un momento alistarme allí como soldado. Ni aún soltero lo habría hecho: los conflictos distantes no justificaban un permiso especial, y no estaba dispuesto a resignar mi Studentship. En cambio decidí comprometerme, al menos políticamente, de modo que, como residente en Londres, me adscribí al partido laborista local."
"No me despertó a la política ni la amenaza de Hitler ni la situación de los desempleados en Inglaterra -pese a que simpatizaba con la Marcha del Hambre-, sino el suceso de la guerra civil española. En este asunto, no vi otros colores que el blanco y el negro. Franco era un aventurero que había lanzado hordas moras, italianas y alemanas contra su propia gente, en defensa de los intereses de los grandes terratenientes y en connivencia con una Iglesia pazguata y reaccionaria; por contra, el gobierno republicano al que se oponían los nacionales, era le legítimo representante del pueblo español, y sus partidarios no luchaban sólo por su propia libertad, sino también en favor de un orden social más justo, etc... El hecho de que los anarquistas, mucho más numerosos al principio que los comunistas, desempeñasen papel tan destacado en el movimiento obrero español, agudizó mi simpatía por éste. Por supuesto, sé ahora que las cosas no fueron tan sencillas. El gobierno había sido débil, los anarquistas fomentaban el desorden, se asesinó de un lado y de otro, y cuando la dependencia militar de Rusia y las Brigadas Internacionales llevaron los comunistas al poder, éstos lo ejercieron sin escrúpulos. Con todo sigue siendo cierto que el imperio de Franco se distinguió por lo tiránico, al tiempo que no habría ganado la guerra sin el concurso alemán e italiano, anterior, y siempre más sustancioso que el aportado por la Unión Soviética. La tímida e hipócrita política de no intervención preconizada por los gobiernos francés e inglés, negándose a facilitar armas a la República española, favoreció claramente a los franquistas. El odio que entonces sentí hacia Neville Chamberlain y sus acólitos, no solo por su política de apaciguamiento, sino por la mentalidad de negociantes con que abordaban los problemas domésticos, no me ha abandonado nunca, impidiéndome ver al partido conservador bajo una luz favorable.
Con ser grande la emoción que en mí despertaba la guerra civil española, no se me ocurrió por un momento alistarme allí como soldado. Ni aún soltero lo habría hecho: los conflictos distantes no justificaban un permiso especial, y no estaba dispuesto a resignar mi Studentship. En cambio decidí comprometerme, al menos políticamente, de modo que, como residente en Londres, me adscribí al partido laborista local."
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home