Amistad a la francesa
Extraído de Európolis. Autor Juan Pedro Quiñonero
Hubo un tiempo, hacia el final de los años 70 del siglo pasado, en el que nadie dudaba que Chirac conocía por su nombre a todas las vacas de Francia. Al frente del ministerio de agricultura, en varias ocasiones, Chirac ha recorrido todos los campos de su patria a pié, en tractor, en coche, en avión, acompañado de campesinos, burócratas, señoras de buen ver, políticos, gobernantes y diplomáticos. Nadie como él, en Francia y en Europa, conoce el funcionamiento de la Política Agraria Común (PAC) y los miles de millones de euros con los que se ha subvencionado a la primera economía agrícola de Francia. Chirac conoce como nadie la importancia del voto agrícola y los hábitos culinarios, culturales, morales y recreativos de sus compatriotas. Abandonados forzosamente los fabulosos trigales de isla de Francia, los viñedos del bordelés o los embutidos de la Correze, para instalarse en los palacios gubernamentales, Chirac guarda de esa época dorada de su antigua condición de húsar ministerial el gusto por el toma y daca de las ferias y mercados. "Te doy subvenciones, tú me das votos".
En términos prácticos, esa concepción del oficio de político está en las fuentes bautismales de toda la carrera chiraquiana, que tiene otra dimensión mucho más feroz y despiadada: es imprescindible eliminar de manera expeditiva a quien se cruce en su camino.
Un consejero personal de Lionel Jospin se cruzó a Eduard Balladur, antiguo primer ministro, en los urinarios de la Asamblea Nacional, haciendo esta confesión, mientras se abotonaba la bragueta: "Chirac asesinó a Chaban, asesinó a Giscard, asesinó a Barre, y me liquidado a mi. Espero que no dejareis que vuelva a ser reelegido ". Nadie ha resumido de manera más implacable la larga marcha chirquiana hacia el Elíseo. En 1974 traiciona por la espalda a Jacques Chaban-Delmas, un viejo compañero de armas del general de Gaulle, para aliarse con Valery Giscard d'Estaing, que paga su felonía nombrándolo primer ministro. Dos años más tarde, Chirac abandona a Giscard, afirmando que el jefe del Estado estaba arruinando la soberanía nacional. En 1981, traiciona a Giscard, favoreciendo con sus votos la elección de François Mitterrand. Siete años más tarde, traiciona a Raymond Barre, candidato conservador, para favorecer la reelección del presidente socialista. En 1985, es su viejo " amigo de treinta años", Eduard Balladur, quien le clava una cruz en la cerviz; pero Chirac consigue recobrarse y liquidar para siempre la carrera política de su viejo hermano-enemigo.
Hubo un tiempo, hacia el final de los años 70 del siglo pasado, en el que nadie dudaba que Chirac conocía por su nombre a todas las vacas de Francia. Al frente del ministerio de agricultura, en varias ocasiones, Chirac ha recorrido todos los campos de su patria a pié, en tractor, en coche, en avión, acompañado de campesinos, burócratas, señoras de buen ver, políticos, gobernantes y diplomáticos. Nadie como él, en Francia y en Europa, conoce el funcionamiento de la Política Agraria Común (PAC) y los miles de millones de euros con los que se ha subvencionado a la primera economía agrícola de Francia. Chirac conoce como nadie la importancia del voto agrícola y los hábitos culinarios, culturales, morales y recreativos de sus compatriotas. Abandonados forzosamente los fabulosos trigales de isla de Francia, los viñedos del bordelés o los embutidos de la Correze, para instalarse en los palacios gubernamentales, Chirac guarda de esa época dorada de su antigua condición de húsar ministerial el gusto por el toma y daca de las ferias y mercados. "Te doy subvenciones, tú me das votos".
En términos prácticos, esa concepción del oficio de político está en las fuentes bautismales de toda la carrera chiraquiana, que tiene otra dimensión mucho más feroz y despiadada: es imprescindible eliminar de manera expeditiva a quien se cruce en su camino.
Un consejero personal de Lionel Jospin se cruzó a Eduard Balladur, antiguo primer ministro, en los urinarios de la Asamblea Nacional, haciendo esta confesión, mientras se abotonaba la bragueta: "Chirac asesinó a Chaban, asesinó a Giscard, asesinó a Barre, y me liquidado a mi. Espero que no dejareis que vuelva a ser reelegido ". Nadie ha resumido de manera más implacable la larga marcha chirquiana hacia el Elíseo. En 1974 traiciona por la espalda a Jacques Chaban-Delmas, un viejo compañero de armas del general de Gaulle, para aliarse con Valery Giscard d'Estaing, que paga su felonía nombrándolo primer ministro. Dos años más tarde, Chirac abandona a Giscard, afirmando que el jefe del Estado estaba arruinando la soberanía nacional. En 1981, traiciona a Giscard, favoreciendo con sus votos la elección de François Mitterrand. Siete años más tarde, traiciona a Raymond Barre, candidato conservador, para favorecer la reelección del presidente socialista. En 1985, es su viejo " amigo de treinta años", Eduard Balladur, quien le clava una cruz en la cerviz; pero Chirac consigue recobrarse y liquidar para siempre la carrera política de su viejo hermano-enemigo.
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